Rufus y la batalla estoica
A mi madre nunca le gustaron las mascotas.
Por eso nunca tuvimos un perro, un gato o lo que fuese.
Ni siquiera pecesitos.
Mi madre tenía suficiente con sus gatitos y sus elefantes de porcelana.
Se la pasa soñando con ir a Africa algún día y conocer "verdaderos y reales" elefantes.
Eso suena a buena idea, podría llevarla. Si. Ahorrare dinero. Me la llevare a Africa
y provocare una estampida.
En fin. Hablaba de Rufus, es un perro que andaba solo en la calle y decidi darle un hogar. Es negro y cafe.
Como aspirante a pastor aleman, con el pelo mas bien, de un mini toy. Es una cruza extraña. Su veterinario dice que es un hershey, yo digo que es un perro extraño y punto.
Me gusto por raro. Y me respondio al primer llamado. Me siguio a todas partes ese dia cuando estaba chiquito y decidi hacerlo mio.
A Virginia le encanta Rufus. Pueden pasar horas enteras jugando y ella haciendo voces ridiculas para decirle: "precioso, chiquito, pancito, dulcesito, rufusito" y todos los itos que quieran.
Yo no soy asi.
Mi madre con Rufus, adopta su semblante de demonio satanico de las profundidades del averno y deja cuidadosamente la puerta abierta, en un descuido. Rufus la observa. Ya conoce sus planes macabros.
Rufus no le ladra a mi mama, ni le gruñe. Ya la conoces. Ya sabe que si hace eso, recibira un zapato volador directo a su ojo. Antes era muy valiente, antes lo hacía.
Rufus, al igual que yo, ha envejecido. Esta cansado, nada más. Cansado de luchar con una fuerza inexplicable, desconocida, oscura.
Rufus me ayuda a comprenderme a mi mismo y con ello comprendo a mi viejo.
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